
Un Poco de Historia
LO CONOCIDO NUNCA ES TODO LO QUE SUCEDE, HAY MUCHO MÁS QUE PASA Y ES POSIBLE DESCUBRIRLO
sábado, 17 de septiembre de 2011
cómo se siente

lunes, 18 de julio de 2011
un hermoso recuerdo
| Doña Palmira Ingignoli | |
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domingo, 19 de junio de 2011
El privilegio de ser vecinos
De tanto en tanto volvemos a las cosas que suelen parecernos pequeñas, por tan comunes. Entonces prestamos una mirada distinta a los antiguos ladrillos del barrio, descubrimos cosas que antes no percibíamos o que no recordábamos. Nos resistimos a las transformaciones abruptas, esas que cercenan imágenes queridas, aún cuando no se han constituido en un manotazo a la memoria. por José López |
lunes, 14 de febrero de 2011
regional Esperanza

sábado, 13 de noviembre de 2010
En La Catalina
Todo tiene un por qué, diría un filósofo de barrio de nuestras memorias sin freno corriendo como potros desbocados. Y no es cuestión de andar confundiendo "chicha" con limonada, las cosas que nos han pasado dejaron marcas que no se ven, pero que están metidas muy adentro en un rincón del alma, al decir de Alberto Cortéz. Así como añoro el último tren que pasó por nuestra vieja estación, me despierta una nostalgia fuera de lo común recordar el día que fuimos con el "Sapo" Comesatti a su querida "Catalina", la casona emplazada detrás del canal San Wendellino, casi llegando a Pujato. Quisiera volver a leer la página que escribí en un cuaderno de visitas que el "pintor" tenía encima de la campana de luces de la mesa de billar. No puedo esquivar este pensamiento y lo comparto, son dos momentos emotivos, el tren y mi amigo que llenó las paredes de la casona en el campo con cuadros, fotos, pinturas y objetos apreciables. Quedó en el aire la promesa de comer una parrillada de cordero de los que se criaban en el mismo campo, reunión que hubiera dado para un sin fin de recuerdos. La estación de calle Gálvez, que mirando desde el sur se tuteaba con el monumento a San Martín, cayó por obra de un político nefasto que cerró miles y miles de kilómetros de vías poniendo en condición de agonía a tantos pueblos imposibles de imaginar, que todavía no se recuperan. Quisiera que los trenes regresen y escuchar el chirrido de sus ruedas de hierro al ponerse en movimiento después de la señal del guardia de andén, como cuando íbamos con mi viejo en bicicleta a ver pasar las formaciones con sus pasajeros y sus cargas. Estoy convencido que esto un día podría ser, pero no verlo al "Sapo" pulsar sus pinceles y pintar de nuevo sus letreros en Cullen y Rivadavia, está claro, eso ya no es posible. Los asuntos de la eternidad los maneja Dios y el sabe lo que hace aunque solo a nosotros nos pese. Amén. (José López)
domingo, 7 de noviembre de 2010
aquellos días
Esto viene a cuento por la muerte de Rubén Basoalto, batero del veterano Vox Dei que todavía dice sus cosas como si el tiempo no hubiera pasado. Mi amigo Claudio Albornóz contó que cuando su hijo Pablo estaba creciendo en la panza de su madre, escuchaba a expensas de ambos el tema “Mago de los cuatro vientos”, y asegura que el bebe saltaba en su remanso de paz. Cuando el pibe nació quisieron saber si aquello había sido cierto y mediante un equipo le pusieron nuevamente aquella canción de los Vox y el crío abría los ojos y sonreía. En medio de la congoja por la pérdida de este músico contemporáneo con quien la mayoría tuvimos afinidad y no tengo dudas, no pude dejar de aportar una anécdota de los Un día, una de sus máquinas amigas, se lo llevó en un tonto accidente y de tal tristeza nació mi canción “José motociclista” que cantamos un buen tiempo con el grupo “Simple”, parte de otra historia. (José López)
sábado, 23 de octubre de 2010
el aroma de los sentimientos
Qué es la historia sino lo que vamos dejando detrás a cada paso, aún sin querer hacerlo. Considero en mi atrevimiento, que no son los grandes acontecimientos o hechos relevantes los que nos marcan como sociedad, sino aquellos momentos que por ser tan comunes y cotidianos, parecen menos importantes.Ayer nomás en mi barrio se marchó Tomassino, el “tano” Pontarelli, marido de Ana la maestra, hija de la panadera Tschopp. Inolvidables sus caminatas hasta el puesto de quiniela (como dijo Marcos), su brazo en alto saludando de lejos, cruzando en su camino a Manolo que siempre peleará con su escoba a las hojas de otoño. La muerte como signo impostergable no es la cuestión de esta reflexión, pero vale para confiar en que la vida no nos pierde de vista, que apenas nos da el adiós en este tiempo para después recogernos en otro espacio. Historia son los rincones de tu vecindario o el mío y de el te cuento. Las charlas de vereda, Carilo sentado en la puerta de la hielería, las conversaciones con Don Teo y las cervezas prometidas que ya no tomaremos. La forma de hablar de aquella Doña Rosa verdulera en la mitad de la avenida más corta del mundo. Hoy están escribiendo sus páginas las empleadas de la pollería, del supermercado sobre la ruta, Clide y su antiguo bar que antes fue de Don Alberto, admirador de Celedonio Flores, el que un día me dijo, “che gringo, andá a practicar al club”, cuando vio mis ganas de ser arquero, Pili el contador de anécdotas y lo que fuera, un libro abierto de mis cuatro calles queridas. Podría gastar de un tirón cada pedacito de mis recuerdos pero no quiero apresurar la nostalgia ni sumergirme en la melancolía. Los historiadores recogen datos fríos y son buenas cosas, yo voy buscando el aroma de los sentimientos, los que hablan desde una pared, de los viejos árboles, el trozo de cielo que no nos abandona, y mi corazón que no se cansa de pedirle a Dios me deje continuar con este amor terco de escriba. (José López)

