LO CONOCIDO NUNCA ES TODO LO QUE SUCEDE, HAY MUCHO MÁS QUE PASA Y ES POSIBLE DESCUBRIRLOredactorjosé lópez


sábado, 23 de octubre de 2010

el aroma de los sentimientos

Qué es la historia sino lo que vamos dejando detrás a cada paso, aún sin querer hacerlo. Considero en mi atrevimiento, que no son los grandes acontecimientos o hechos relevantes los que nos marcan como sociedad, sino aquellos momentos que por ser tan comunes y cotidianos, parecen menos importantes.

Ayer nomás en mi barrio se marchó Tomassino, el “tano” Pontarelli, marido de Ana la maestra, hija de la panadera Tschopp. Inolvidables sus caminatas hasta el puesto de quiniela (como dijo Marcos), su brazo en alto saludando de lejos, cruzando en su camino a Manolo que siempre peleará con su escoba a las hojas de otoño. La muerte como signo impostergable no es la cuestión de esta reflexión, pero vale para confiar en que la vida no nos pierde de vista, que apenas nos da el adiós en este tiempo para después recogernos en otro espacio. Historia son los rincones de tu vecindario o el mío y de el te cuento. Las charlas de vereda, Carilo sentado en la puerta de la hielería, las conversaciones con Don Teo y las cervezas prometidas que ya no tomaremos. La forma de hablar de aquella Doña Rosa verdulera en la mitad de la avenida más corta del mundo. Hoy están escribiendo sus páginas las empleadas de la pollería, del supermercado sobre la ruta, Clide y su antiguo bar que antes fue de Don Alberto, admirador de Celedonio Flores, el que un día me dijo, “che gringo, andá a practicar al club”, cuando vio mis ganas de ser arquero, Pili el contador de anécdotas y lo que fuera, un libro abierto de mis cuatro calles queridas. Podría gastar de un tirón cada pedacito de mis recuerdos pero no quiero apresurar la nostalgia ni sumergirme en la melancolía. Los historiadores recogen datos fríos y son buenas cosas, yo voy buscando el aroma de los sentimientos, los que hablan desde una pared, de los viejos árboles, el trozo de cielo que no nos abandona, y mi corazón que no se cansa de pedirle a Dios me deje continuar con este amor terco de escriba. (José López)

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