LO CONOCIDO NUNCA ES TODO LO QUE SUCEDE, HAY MUCHO MÁS QUE PASA Y ES POSIBLE DESCUBRIRLOredactorjosé lópez


sábado, 17 de septiembre de 2011

cómo se siente

¿Cómo se siente el miedo apretando tu pecho, el pánico que provocan el ruido ensordecedor, las llamas sin control, los edificios que se derrumban, ese terrible olor que se mete hasta el fondo en los pulmones, los ojos de los inocentes que caminan cubiertos de sangre y polvo? / ¿Cómo se vive por un día en tu propia casa la incertidumbre de lo que va a pasar? / ¿Cómo se sale del estado de shock? / En estado de shock caminaban el 6 de agosto de 1945 los sobrevivientes de Hiroshima. / Nada quedaba en pie en la ciudad luego que el artillero norteamericano del Enola Gay dejara caer la bomba. En pocos segundos habían muerto 80.000 hombres mujeres y niños. Otros 250.000 morirían en los años siguientes a causa de las radiaciones. Pero ésa era una guerra lejana y ni siquiera existía la televisión. / ¿Cómo se siente hoy el horror cuando las terribles imágenes de la televisión te dicen que lo ocurrido el fatídico 11 de septiembre no pasó en una tierra lejana sino en tu propia patria? / Otro 11 de setiembre, pero de 28 años atrás, había muerto un presidente de nombre Salvador Allende resistiendo un golpe de Estado que tus gobernantes habían planeado. También fueron tiempos de horror, pero eso pasaba muy lejos de tu frontera, en una ignota republiqueta sudamericana. Las republiquitas estaban en tu patio trasero y nunca te preocupaste mucho cuando tus marines salían a sangre y fuego a imponer sus puntos de vista. / ¿Sabías que entre 1824 y 1994 tu país llevó a cabo 73 invasiones a países de América Latina?- Las víctimas fueron Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada. Hace casi un siglo que tus gobernantes están en guerra. Desde el comienzo del siglo XX, casi no hubo una guerra en el mundo en que la gente de tu Pentágono no hubiera participado. Claro, las bombas siempre explotaron fuera de tu territorio, con excepción de Pearl Harbor cuando la aviación japonesa bombardeó la Séptima Flota en 1941. Pero siempre el horror estuvo lejos. Cuando las Torres Gemelas se vinieron abajo en medio del polvo, cuando viste las imágenes por televisión o escuchaste los gritos porque estabas esa mañana en Manhattan, ¿pensaste por un segundo en lo que sintieron los campesinos de Vietnam durante muchos años? / En Manhattan, la gente caía desde las alturas de los rascacielos como trágicas Marionetas. En Vietnam, la gente daba alaridos porque el napalm seguía quemando la carne por mucho tiempo y la muerte era espantosa, tanto como las de quienes caían en un salto desesperado al vacío. Tu aviación no dejó una fábrica en pie ni un puente sin destruir en Yugoslavia. En Irak fueron 500.000 los muertos. Medio millón de almas se llevó la Operación Tormenta del Desierto... ¿Cuánta gente desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? / En todos esos lugares los proyectiles habían sido fabricados en factorías de tu país, y eran apuntados por tus muchachos, por gente pagada por tu Departamento de Estado, y sólo para que tu pudieras seguir gozando de la forma de vida americana. / (Nota de Pol: quemando la mayor cantidad de petróleo por cápita del MUNDO y polucionando el aire de todos) Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo. Curiosamente, tus gobernantes lanzan los jinetes del Apocalipsis en nombre de la libertad y de la democracia. Pero debes saber que para muchos pueblos del mundo (en este planeta donde cada día mueren 24.000 pobladores por hambre o enfermedades curables), Estados Unidos no representa la libertad, sino un enemigo lejano y terrible que sólo siembra guerra, hambre, miedo y destrucción. Siempre han sido conflictos bélicos lejanos para ti, pero para quienes viven allá es una dolorosa realidad cercana una guerra donde los edificios se desploman bajo las bombas y donde esa gente encuentra una muerte horrible. Y las víctimas han sido, en el 90 por ciento, civiles, mujeres, ancianos, niños por los efectos colaterales / ¿Qué se siente cuando el horror golpea a tu puerta aunque sea por un sólo día? / ¿Qué se piensa cuando las víctimas en Nueva York son secretarias, operadores de bolsa o empleados de limpieza que pagaban puntualmente sus impuestos y nunca mataron una mosca? / ¿Cómo se siente el miedo? / ¿Cómo se siente, yanqui, saber que la larga guerra finalmente el 11 de septiembre llegó a tu casa? // (Por Gabriel García Máquez)

lunes, 18 de julio de 2011

un hermoso recuerdo

Doña Palmira Ingignoli


Nuestra querida amiga Palmira, no solo había vivido en la casa de calle Rivadavia sino que en el barrio Sur tuvo como vecinos a los Mainardi, Saccavino y Spontón, ahí por Avellaneda, tal cuál ella lo dice, y además de compartir juegos con algunos de los chicos de estas familias, entre sus amistades de niña estuvo "Pedrito" Marangoni. Nos aclaró que este no era otro que pasados los años, se convertiría con el seudónimo Gastón Gori, en un brillante escritor. "De chicos hacíamos travesuras pero también cosas lindas. Cuando llegaba Navidad preparábamos tarjetitas y dibujos para llevar a los vecinos con saludos y felicitaciones. Nuestro tiempo libre se iba en saltar la soga y jugar al tejo uno de los juegos preferidos por todos" -similar a la payana, explicó.
-Luego vendría la etapa adolescente que ya nos contó en parte, donde al recibirse de Maestra no tuvo el nombramiento deseado, pero se rectificó diciendo que en realidad "no la dejaron" ir lejos a ejercer su flamante profesión, por lo que hizo dos años en la Escuela Industrial para Mujeres (edificio que ya no existe, en Castelli y San Martín) allí se aprendía labores, dibujo y pintura.
Los festejos patrios en la Plaza están latentes en el recuerdo de Palmira. Los 9 de Julio, los 25 de Mayo, quedaron grabados como postales del corazón, momentos gratos de la memoria histórica que era sentimiento común nacido con las primeras letras, hoy lamentablemente olvidado.
"Una lástima, porque era lo más lindo que había. Hoy los chicos no van a la plaza ni siquiera con la escuela y saben poco de aquello. ¿Usted me preguntó sobre las amigas que vienen a casa? -me recuerda con temor de olvidar el reconocimiento de su cariño a- Ruth Weidmann, "Jaqui" Deforel, Delcia Fiorano, mi vecina, Irene Bertone, "Tita" Pinter, "Negrita" Gay. ¡Ah, seguro me olvido de algunas de las que vienen más! "-suspira contrariada, pero nada de eso sucedía , porque su frescura mental es digna de todos los elogios. "La "Negra" Bordalé vivía enfrente de las hermanas Debruyne, y tenían una cochería fúnebre" -Habla de una señora que desde hace muchos años está en Buenos Aires, asidua concurrente a las reuniones del Centro de Residentes Esperancinos. "La mamá de Doly y Belkys Debruyne iba todos los días a mi casa, aún están en la misma cuadra".
Mary Sorkin, Elsa Benesovsky, la Señora de Botta, Olga Bertero, Nely Rossler, Anita y Angelita Bertero, la señora Rosselli, Cursack, Wernly, eternamente sus amigas. Sus compañeras de viajes, "Lily" Morandi, "Pirucha" y "Coca" Almeyda, sus viajes por casi toda la Argentina y algunos lugares del mundo, su noche inolvidable, al cumplir los 80, en donde varias instituciones en conjunto le ofrecieron un festejo impresionante. También llegaron desde Santa Clara, los que no olvidan su paso como docente en la comunidad, a pesar de los años que han pasado. "De allí recuerdo los viajes que hicimos con los chicos de sexto a Buenos Aires, en donde hubo uno que puso como condición para ir, que visitáramos la tumba de Carlos Gardel y la cancha de Boca" -cuenta con una sonrisa cómplice. Al preguntarle como fue su relación con la música comentó de su sobrino nieto, Darío Ingignoli, pianista que actuó dos veces para CUNDE. Refiriéndose a sí misma dijo gustarle la música, sin poder nunca dedicarse a ella, ya que por entonces no se podía, aunque en la escuela se anotaba para los coros. El deporte estaba entre sus preferencias y jugó en los equipos de pelota al cesto.
"¡Qué íbamos a tener estufa en invierno!, no teníamos nada, pero los chicos iban contentos a la escuela. En Cululú no había luz eléctrica y nos arreglábamos con una lamparita a kerosén o velas. A veces iba en tren hasta el pueblo. Lilí Morandi iba en sulky" desde la ruta a la escuela, ahí sí que había anécdotas para contar. Yo nunca tuve dificultades, había que llegar y llegaba. No quería jubilarme, pero llegué a ejercer hasta 1961 con 30 años de servicio y 47 de edad, quería seguir pero la Inspectoría dijo que mi ciclo estaba cumplido". Palmira, en nuestra conversación sin cronología, gratifica con admiración el trabajo de los maestros de su tiempo al que dedicó gran parte de su vida. "¿A quién no le gusta tener hijos? -responde a nuestra pregunta- yo no pude por naturaleza. Me casé el mismo día que una hermana de mi marido, y ella tuvo cinco, por lo que le dije me había robado todos, pero ahora tengo un montón de sobrinos".
Siempre le gustó hacer cosas para la gente. Bastaba se reuniera con unas pocas personas para iniciar algún emprendimiento comunitario o reconocimientos históricos. "En 1947 dijimos con un grupo de Santa Clara, vamos a presentar una Princesa en la Fiesta de la Agricultura de Esperanza, si sale Reina fundamos el Secundario. Y tuvimos suerte, la chica salió elegida y hoy está el Secundario funcionando en el pueblo".
Nos contó de los ramitos de nardo, los pimpollitos de clavel, que las chicas le daban a los muchachos en fiestas de carnaval, pero que a veces ataban a un piolín para de un tirón recuperar el ramo. "Mis disfraces eran para la risa -recuerda sonriendo- en seguida me conocían, para disfrazarse había que tener "pasta". Una vez lo hicimos con mi marido, pero nos pasó lo mismo, fue en un "asalto" organizado en la casa de la Señora Pittier de Benítez". Finalizando con la entrevista dijo: "La Argentina, rica como es, da pena que retroceda.
Tengo tantas buenas amigas para las que envío un beso grande y un enorme abrazo, las quiero a todas, y están alegrando mis últimos días". (José López Romero)

domingo, 19 de junio de 2011

El privilegio de ser vecinos



De tanto en tanto volvemos a las cosas que suelen parecernos pequeñas, por tan comunes. Entonces prestamos una mirada distinta a los antiguos ladrillos del barrio, descubrimos cosas que antes no percibíamos o que no recordábamos. Nos resistimos a las transformaciones abruptas, esas que cercenan imágenes queridas, aún cuando no se han constituido en un manotazo a la memoria.
Las palabras de Don Alberto Vernazza me llegan todavía, cuando decía que andar la calle y encontrarse con otros, es afirmar el sentido de la vida, igual que tener un sitio en la mesa de un bar con amigos.
Nadie quiere ser “apartado” en este juego y a veces, instintivamente tomamos pertenencia de lo que nos rodea. Olores, ruidos, el sonido de las personas, el color de sus miradas, la forma de caminar, los gestos y temas puntuales de sus conversaciones. Incorporamos riquezas o miserias, incluido lo que nos toca, porque consideramos natural que así sea. Sin acuerdos previos somos parte de una familia grande que va comprendiendo a través de una convivencia sin preámbulos.
“Le hiciste una nota a Nicolás” -me dijo “Porota” Paradiso en la pollería- recordándome a su nieto ajedrecista. La señora Morandi también hacía sus compras participando de la charla, que para mí era algo feliz y nuevo. Los chicos del negocio solo escuchaban y sonreían respetuosamente por desconocer de qué hablábamos.
Pensé, que remover el pasado que guardamos celosamente, es imposible, porque constantemente recibimos testimonio de un espacio de tiempo que sigue siendo muy real. Afuera la llovizna era persistente y el asfalto mojado me retrotrajo a las calles de tierra, a sus cunetas llevándose presurosa nuestra niñez, el agua marrón y los barcos de corcho partido al medio, mástil de escarbadientes y frágil velamen de papel de diario.
La vereda angosta de mi casa vieja fue borrada, ni siquiera sus paredes están allí. La verdulería de Doña Rosa ya no abre, tampoco el taller de Francezón adonde iba por la plancha de mamá. En el bar de “Pilli” hoy venden clavos, pinturas, herramientas, infinidad de artículos, como en la peluquería de Rolando comercian hilos y en la de Dallembach fabrican hielo. En la boutique de Martha funciona un quiosco, Don Ruggiero colgó sus tijeras, se ha jubilado y disfruta su descanso. “Goyo” atiende la farmacia de su padre José, y Doña Barrera se demora eternamente rumbo a su casa.
Falta, desde hace tantos años, el cantero de la Avenida que no le interesa a nadie, y ayer vi basura pegada al monumento de Iriondo. Alguien dijo una vez, que volverían a plantar el monolito al obrero curtidor en el extremo opuesto. Qué lástima, este olvido suma décadas y para muchos, suponía un justo homenaje a los primeros barraqueros que ya no están.
“Carílo” saluda desde su casa, frente a la de Teo Erni, que está sentado junto a la puerta con su perro. “Cachi” y María Stella vuelan por ahí. Sin forzar la imaginación, creo ver también a Doña Tschopp conversando con sus hijos “Pelado” y Nilo. Ellos con ropa blanca de panadero y bicicleta negra con canasto, ella de clásico delantal y rodete en el cabello. Belkis , hija de Quito Carrel, Chacho Zanotti, cuñado de Mario con sus paseos internos. Me detengo con Tomassino Pontarelli cerca del Deportivo Bochas. Viene de su caminata habitual, lo distraigo y abordamos temas que repetimos en cada encuentro. Del otro lado, Manolo Riva barre las porfiadas hojas amarillas, lo saludo por tercera vez en el día, él me responde, nunca deja de hacerlo. Todos pasamos al lado de alguien y en el saludo dejamos entrever un mensaje que dice: “hola hermano, este soy yo, ¿podemos ser amigos?”.
Pobres quienes desprecian estas señales, simples escrituras en el alma, fidelidad compartida que nos reconoce en nuestra sensibilidad humana.

por José López

lunes, 14 de febrero de 2011

regional Esperanza

Su semblanza del lugar iba hasta los días de una década que tiñó con sangre al país. Los 70’ devenidos de los diez años precedentes eran una terrorífica y flagrante continuación del sometimiento popular a manos del poder económico respaldado por las armas equivocadas de la Nación. Esta casona destartalada, en situación de abandono casi premeditado, así lo dijo este vecino, fue centro de gestaciones históricas cuando los gremios confluían unidos, aunque con diferencias lógicas, en un pensamiento político común. “No podría decir en qué momento se cortó tal hilo conductor – esbozó quedamente – pero para mi fue ese 1º de julio de 1974 cuando el viejo General se retiró de la escena por su muerte. Mi hijo había nacido un mes antes y lo tenía en brazos cuando dieron la noticia por televisión, coincidiendo ese día con la visita del Pediatra (cómo han cambiado las costumbres), que al abrirle la puerta me encontró llorando”. Hoy, los harapos de la casa sindical en Gálvez y San Martín, duerme sobre la indiferencia y el olvido de estos pasajes de la historia que marcaron una época de reencuentros, desilusión y para muchos un pasaporte a su desaparición y muerte. (José lópez)

sábado, 13 de noviembre de 2010

En La Catalina

Todo tiene un por qué, diría un filósofo de barrio de nuestras memorias sin freno corriendo como potros desbocados. Y no es cuestión de andar confundiendo "chicha" con limonada, las cosas que nos han pasado dejaron marcas que no se ven, pero que están metidas muy adentro en un rincón del alma, al decir de Alberto Cortéz. Así como añoro el último tren que pasó por nuestra vieja estación, me despierta una nostalgia fuera de lo común recordar el día que fuimos con el "Sapo" Comesatti a su querida "Catalina", la casona emplazada detrás del canal San Wendellino, casi llegando a Pujato. Quisiera volver a leer la página que escribí en un cuaderno de visitas que el "pintor" tenía encima de la campana de luces de la mesa de billar. No puedo esquivar este pensamiento y lo comparto, son dos momentos emotivos, el tren y mi amigo que llenó las paredes de la casona en el campo con cuadros, fotos, pinturas y objetos apreciables. Quedó en el aire la promesa de comer una parrillada de cordero de los que se criaban en el mismo campo, reunión que hubiera dado para un sin fin de recuerdos. La estación de calle Gálvez, que mirando desde el sur se tuteaba con el monumento a San Martín, cayó por obra de un político nefasto que cerró miles y miles de kilómetros de vías poniendo en condición de agonía a tantos pueblos imposibles de imaginar, que todavía no se recuperan. Quisiera que los trenes regresen y escuchar el chirrido de sus ruedas de hierro al ponerse en movimiento después de la señal del guardia de andén, como cuando íbamos con mi viejo en bicicleta a ver pasar las formaciones con sus pasajeros y sus cargas. Estoy convencido que esto un día podría ser, pero no verlo al "Sapo" pulsar sus pinceles y pintar de nuevo sus letreros en Cullen y Rivadavia, está claro, eso ya no es posible. Los asuntos de la eternidad los maneja Dios y el sabe lo que hace aunque solo a nosotros nos pese. Amén. (José López)

domingo, 7 de noviembre de 2010

aquellos días

Esto viene a cuento por la muerte de Rubén Basoalto, batero del veterano Vox Dei que todavía dice sus cosas como si el tiempo no hubiera pasado. Mi amigo Claudio Albornóz contó que cuando su hijo Pablo estaba creciendo en la panza de su madre, escuchaba a expensas de ambos el tema “Mago de los cuatro vientos”, y asegura que el bebe saltaba en su remanso de paz. Cuando el pibe nació quisieron saber si aquello había sido cierto y mediante un equipo le pusieron nuevamente aquella canción de los Vox y el crío abría los ojos y sonreía. En medio de la congoja por la pérdida de este músico contemporáneo con quien la mayoría tuvimos afinidad y no tengo dudas, no pude dejar de aportar una anécdota de los 70’ mientras tanto sucedían hechos nefastos en el país. Ellos habían grabado recientemente “Azúcar amargo” en un vinilo simple en el sello Mandioca (la madre de los chicos), compañía argenta de Jorge Álvarez, tema que luego fue un compilado con bandas de la época. Este disco sería un recuerdo imborrable en lo personal, por la forma en que llegó a mis manos. Con unos amigos teníamos una banda y todo lo que giraba sobre rocanrrol era para nosotros una agradable consumisión, revistas, los discos que podíamos comprar en el mercado local, Gerardo Naz, Submarino Amarillo en la gaelría Sarmiento o Ampo. Un día estábamos dos o tres amigos en la plaza “haciendo nada”, cuando aparece Jorge Pirola con el compilado que cité y una revista “Pelo” que en sus tapas externas e internas, tenían dibujos de los Beatles que adelantaban sus imágenes de cuando tuvieran sus hipotéticos 64 años. “Me voy a Buenos Aires a probar suerte”, dijo Jorge, le gustaba cantar como a nosotros y en eso andaba, quería venderme el disco y la revista para juntar dinero para el viaje. No se cuanto habrán aportado los $100 aquellos para su aventura pero fue así. Aún conservo mi compra con cariño y me alegro que concuerde de alguna forma con lo dicho por Claudio. Sobre el disco doble de la Biblia, recuerdo me lo regaló José Ottonelli, el y su hermano Oscar planeaban viajar a España por que allá supuestamente se encontraba un corredor de motos de la ciudad a quien habían ayudado en su carrera deportiva. José tenía pintado detrás de su cama un dibujo de dos metros o más del álbum La Biblia, era muy grande, “el hombre árbol” de color negro como en la grafica interna del disco. Además había escrito debajo, “si quieres fama, que el sol no te encuentre en la cama”. Paradójicamente el dormía hasta las 5 de la tarde, pero su posición horaria tenía el atenuante de que era mecánico de motos y trabajaba de noche hasta tarde.

Un día, una de sus máquinas amigas, se lo llevó en un tonto accidente y de tal tristeza nació mi canción “José motociclista” que cantamos un buen tiempo con el grupo “Simple”, parte de otra historia. (José López)

sábado, 23 de octubre de 2010

el aroma de los sentimientos

Qué es la historia sino lo que vamos dejando detrás a cada paso, aún sin querer hacerlo. Considero en mi atrevimiento, que no son los grandes acontecimientos o hechos relevantes los que nos marcan como sociedad, sino aquellos momentos que por ser tan comunes y cotidianos, parecen menos importantes.

Ayer nomás en mi barrio se marchó Tomassino, el “tano” Pontarelli, marido de Ana la maestra, hija de la panadera Tschopp. Inolvidables sus caminatas hasta el puesto de quiniela (como dijo Marcos), su brazo en alto saludando de lejos, cruzando en su camino a Manolo que siempre peleará con su escoba a las hojas de otoño. La muerte como signo impostergable no es la cuestión de esta reflexión, pero vale para confiar en que la vida no nos pierde de vista, que apenas nos da el adiós en este tiempo para después recogernos en otro espacio. Historia son los rincones de tu vecindario o el mío y de el te cuento. Las charlas de vereda, Carilo sentado en la puerta de la hielería, las conversaciones con Don Teo y las cervezas prometidas que ya no tomaremos. La forma de hablar de aquella Doña Rosa verdulera en la mitad de la avenida más corta del mundo. Hoy están escribiendo sus páginas las empleadas de la pollería, del supermercado sobre la ruta, Clide y su antiguo bar que antes fue de Don Alberto, admirador de Celedonio Flores, el que un día me dijo, “che gringo, andá a practicar al club”, cuando vio mis ganas de ser arquero, Pili el contador de anécdotas y lo que fuera, un libro abierto de mis cuatro calles queridas. Podría gastar de un tirón cada pedacito de mis recuerdos pero no quiero apresurar la nostalgia ni sumergirme en la melancolía. Los historiadores recogen datos fríos y son buenas cosas, yo voy buscando el aroma de los sentimientos, los que hablan desde una pared, de los viejos árboles, el trozo de cielo que no nos abandona, y mi corazón que no se cansa de pedirle a Dios me deje continuar con este amor terco de escriba. (José López)

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